lunes, 15 de abril de 2013

Auto-biografía


En la madrugada del 13 de agosto de 1989, mi madre fue internada en el hospital de Floridablanca, ya que sentía un horrible dolor preparto, lo que se pronunció como un parto prematuro, con 7 meses de gestación, ella Nancy Fabiola dio a luz a Alexis Yovanny Silva Plata, quien les está narrando.

Pasó 1 mes y era necesario que se registrara mi existencia, como es debido en una registraduría, primer nombre, puesto infortunadamente por la fiebre del futbol del 89, año en el cual el fruto de los fervorosos ánimos de Pablo Escobar ayudaron al Nacional de medellín a ganar la tan deseada copa libertadores de américa, de ahí mi padre Gonzalo Silva tomó el nombre del capitán del equipo, llamado Alexis García.

Por otro lado, mi segundo nombre, fue una selección de gustos simples, aunque tengo mis leves sospechas de que fueron basados en novelas de la época, en fin, mi mamá fue la encargada de ponerme Yovanny, y de este modo mi nombre quedaría completo.



Años más tarde ingresé al Colegio infantil Sintraoficiales, del cual tengo muchos recuerdos, como mi pequeño bolso de Garfield, que me acompañaba hasta el baño, recuerdo las pruebas finales, y yo le decía a mi papá que no me dejara solo porque tenía miedo, sin embargo, cruelmente me dejaban, y mi resignación era más fuerte que mis ganas de llorar, así que esperaba a que llegara la hora de salir de las pequeñas pruebas, montarme en la moto de mi padre y por fin estar en el calor de mi casa, un apartamento en un quinto piso, en la zona central de Floridablanca.

Duré 6 años viviendo con mis padres, los cuales, a la corta de edad de 26 años y 18 años se casaron, como tradición por haber embarazado a la mujer, por lo que el entendimiento mutuo fue un poco inestable, y solo les duró 6 años. Sin embargo, tengo gratos recuerdos de mi instancia en ese conjunto de apartamentos, puesto que tenía muchos amigos, jugaba todo el día, llegaba a mi casa sudado y a meriendar.



Luego de la separación de mis padres, fui trasladado a la casa de mi abuela, Nelly Gómez, en donde he pasado el resto de mi vida. Debido a los problemas personales entre mis padres, se llegó a la conclusión de que era mejor dejar la custodia del niño a la abuela materna, de este modo, mi alejamiento con mis procreadores, ha sido continuo en un sentido de timidez.

Ya en la primaria ingresé en la Escuela Rural Pablo VI "La turena", una pequeña escuela de monjas, del cual siempre tuve intriga por conocer todo el lugar donde ellas habitaban, ya que para en ese entonces, mi imaginación daba vuelo largo a mis suposiciones, y creía ese lugar casi como una mini ciudadela, en la cual si no tenía cuidado, podía hasta perderme.

Allí conocí a uno de mis mejores amigos de infancia, Ariel Mantilla, un campesino de la vereda los cauchos, quien sería para mí como un gemelo, pues compartíamos muchas cosas, hablando en cuestión de gustos. De ahí viene mi agrado por la gente del campo, a pesar de su posible poca formación académica, la tradición familiar de los valores infundados en el hogar, se mantienen, haciendo de ellos personas amables, agradables y dispuestos a una sonrisa.

Por otro lado, en esta escuela la profunda enseñanza de la religión católica era pan de todos los días, tanto así que nos obligaban a ser parte de la infancia misionera, y cada viernes se celebraba un pequeño evento religioso en pequeños grupos de todos los estudiantes, en donde lo único que se hacía era rezar y rezar.

Ya en quinto primaria, tuve una anécdota, que recordaré el resto de mi vida. Un compañero pidió permiso a la profesora para salir de clase ya que tenía que presentar una prueba de admisión en el Colegio Agustiniano de Floridablanca, y yo en mi afán de querer salir de la escuela para llegar a la casa, también dije que iba a presentar esa prueba, cuando llegué a mi casa y me preguntaron por qué había llegado temprano, dije que en el Colegio agustiniano estaban haciendo admisiones para bachillerato, así que yo quería ir, sin embargo, en el fondo de mi corazón, sabía que era una pequeña mentira para satisfacer mi pereza. El tiro me salió por la culata, porque al rato llegó mi padre, y mi abuela le contó lo sucedido, y enseguida me tuve que cambiar de ropa para ir al colegio y mirar cómo me podría inscribir en las pruebas de admisiones. Logré entrar, y más irónico aún, logré pasar la prueba, y estaba admitido en el colegio para estudiar el bachillerato, así que lo que empezó con un deseo de pereza, terminó siendo un giro del destino a mi favor.



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